Es absurdo que quien no conoce acerca de un tema se empeñe en escribir sobre él, porque cree que sabe. Una cosa es creer que se sabe, y otra cosa es saber de verdad. Ya lo dijo Will Durant: “Todos somos ignorantes, cada cual en un tema distinto”. Y por ello sólo podemos hablar de lo que sabemos. El licenciado que escribe sobre el tema no sabe nada, a pesar de haberse, según él, graduado en la universidad.
Hace ya varios años que la Real Academia de la Lengua aprobó la palabra presidenta, y así consta en la página 1240 del DRAE, vigésima segunda edición, 2001, que es la última, en la segunda columna, tercera entrada, tercera acepción, que es “jefa de Estado” (no jefe). Cualquier persona que se tome el trabajo de abrir el Diccionario podrá comprobarlo.
Según la GRAMÁTICA, tradicionalmente (pero sólo tradicionalmente) se llama participio activo a la forma verbal procedente del participio de presente latino, que en español, con terminación –nte, se ha integrado casi por completo en la clase de los adjetivos o en la de los sustantivos.
Este –nte es sufijo de adjetivos derivados de verbos. Estos adjetivos son llamados, tradicionalmente, participios de presente o participios activos, aunque la última edición de la GRAMÁTICA de la RAE no los reconoce con ese nombre, pues dice que en español no existen, sino en latín y en otras lenguas romances. Así que tómese muy en cuenta la palabra tradicionalmente. El sufijo se presenta en forma –ante, cuando la base es un verbo de la conjugación en –ar; cuando la base verbal termina en –er o -ir, toma la forma –ente o –iente. Significa hacer la acción. Algunos de estos adjetivos se sustantivan de forma habitual; otros se han lexicalizado como nombres, como, por ejemplo, sirviente, presidente, asistente. En algunos casos se ha creado una forma femenina, como, por ejemplo, presidenta. También asistenta y sirvienta.
El verbo ser se halla en nuestro idioma desde el siglo X. Las formas de este verbo resultan de la fusión de las de dos verbos latinos. La mayor parte proceden del latín esse, que significa ser; pero las demás, incluso el futuro, el condicional, el presente de subjuntivo, el imperativo y las formas impersonales, vienen del latín sedere, que significa “estar sentado”, que debilitó en castellano y en portugués su sentido, hasta convertirse en sinónimo de “estar” y, luego, de “ser”. Sustantivado se emplea ya en el siglo XVI.
Nótese que se puede decir castellano o español, porque la Academia dice que pueden usarse indistintamente ambas formas.
El sustantivo ente, que está en nuestro idioma desde 1630, viene del latín tardío ens, entis, que quiere decir ser (en este caso, es sustantivo), derivado del griego on, ontos, participio de eimí, que significa “yo soy”. Tómese en cuenta que el supuesto licenciado confunde el sustantivo ente con el ya citado sufijo –ente.
En cuanto a género: las personas no tenemos género, sino sexo; por tanto, ha de decirse, por ejemplo, violencia sexual o violencia doméstica, pero no “violencia de género”.
Finalmente, está muy mal decir los niños y las niñas, todos y todas, y otras tonterías por el estilo.
Fina Crespo
Abril de 2010