SOLDADOS DE SALAMINA

SoldadosDeSalaminaJavier Cercas, 2001

 

Esta excelente obra se divide en tres partes: Los amigos del bosque, Soldados de Salamina y Cita en Stockton.

En la primera, acompañamos a Cercas en su peregrinaje para interrogar a las diferentes personas que de algún modo tuvieron que ver con el fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas. Su interés por este asunto se despertó a raíz de una entrevista que efectuó, en julio de 1994, a Rafael Sánchez Ferlosio, hijo del anterior.

La segunda parte, Soldados de Salamina, es el relato de un hecho real, tal como Cercas se propuso realizar. Ya tenía a su haber tres novelas sin terminar y mucho tiempo sin escribir nada de importancia.

En la tercera y última parte, vemos a Cercas investigar el paradero del soldado que perdonó la vida a Sánchez Mazas. No descansa hasta encontrar a Miralles, que, ¿quién sabe?, puede ser ese soldado.

Una vez documentado y ya con la plena decisión de relatar un hecho real, Cercas nos entrega a su personaje, Rafael Sánchez Mazas, el hombre que, contra toda probabilidad, logró escapar del fusilamiento en masa de prisioneros nacionalistas, decidido en los agónicos días de la República española.

Si es extraordinario el haber escapado del fusilamiento, más extraordinario todavía es lo ocurrido inmediatamente después: el fugitivo se hallaba oculto en un agujero, en donde lo descubrió uno de los soldados encargados de su búsqueda para rematarlo; lo encontró, le apuntó con su fusil, fijamente lo miró por algunos segundos, a la pregunta que le hicieron sus compañeros contestó que no había nadie por ahí, dio media vuelta y se fue. El soldado era un hombre muy joven y, pese a los horrores que seguramente había vivido, quizá al ver al fugitivo acorralado sintió compasión y no lo ejecutó.

Sánchez Mazas, ideólogo y uno de los fundadores de la Falange, íntimo amigo de José Antonio Primo de Rivera, buen poeta y mediano escritor, despreciaba la política, no obstante lo cual se vio inmerso en ella y por algún tiempo fue ministro sin cartera del régimen de Franco. Mostró agradecimiento a quienes lo ayudaron a permanecer oculto después de su fuga e hizo todo lo posible por salvar del pelotón de fusilamiento a algún condenado a muerte, aunque no siempre pudo evitar las ejecuciones. En los días en que permaneció con los amigos del bosque, prometió escribir la historia vivida con el título de Soldados de Salamina, seguramente para equiparar el valor de los nacionalistas con el de los griegos que vencieron a Jerjes frente a Salamina, en el año 480 a.C. Sin embargo, nunca la escribió. Décadas más tarde, Cercas tomó la posta y lo hizo. Algún tiempo después del triunfo del franquismo, Sánchez Mazas se retiró de la vida pública. A tal punto quiso permanecer en el anonimato, que sus colaboraciones en la prensa las firmaba con tres asteriscos. Falleció en 1966.

El autor, tomando como punto de partida el fusilamiento en masa en aquel ya lejano mes de enero de 1939, nos lleva al pasado y, en una sucinta narración, nos presenta la Guerra civil, trágico episodio de la historia de España, que desató odio y muerte, y que, fusilado José Antonio Primo de Rivera y muerto José Sanjurjo en accidente aéreo cuando se dirigía a liderar el alzamiento de julio de 1936, llevó al poder (en palabras de Cercas) a “aquel general decimonónico que fue Franco”, a quien describe también como “militarote gordezuelo, afeminado, incompetente, astuto y conservador”, que usurpó los ideales de los fundadores de Falange y los utilizó como simple marco decorativo de su gobierno autócrata y despiadado (firmaba las sentencias de muerte mientras desayunaba). Por muchos años, el régimen de Franco sumió a España en el ostracismo. Su retrógrada visión del mundo aisló al país y postergó su desarrollo, pues, tan sólo después de su muerte pudo integrarse verdaderamente a la comunidad internacional. Gobernó con mano férrea y con manifiesta crueldad. Como ejemplo, cabe mencionar que, apenas dos meses antes de morir, cuando sabía que su vida terminaba, ratificó la sentencia de muerte de cinco jóvenes opositores. Ni siquiera frente a la hora suprema tuvo un rasgo de piedad. Por ello, durante la muy larga agonía de Franco, gran número de manifestantes desfilaban frente a su residencia y proferían un estentóreo grito: “Un día de agonía por cada año de tiranía”.

El relato que nos da Javier Cercas es  apasionante; en ningún momento decae el vigor de la narración; cada página está llena de historia, y  muchas de ellas son conmovedoras; particularmente patéticas son las que describen el transcurso de la noche anterior al fusilamiento en masa y el recorrido del vehículo que conducía a la muerte a un buen número de prisioneros. No interesa a qué bando pertenecen los acosados, los perseguidos: siempre su historia es desgarradora.

En este libro, Javier Cercas se consagra como un magnífico escritor. Demuestra un gran conocimiento de la historia de su país, y nos la relata con palabras vibrantes, en una obra de corta dimensión y  de muy fácil lectura.

La guerra es el monstruo que ha atormentado a la humanidad a lo largo de los milenios transcurridos desde el Neolítico. La primera está datada hace unos nueve mil años. Era de esperar que, a medida que avanzase la civilización, el entendimiento entre las personas y los pueblos habría de llegar a un estado óptimo. Lamentablemente, no es así. Las guerras son una constante para la que se invocan motivos supuestamente válidos; pero, al mirar críticamente los hechos, encontramos siempre la misma razón: la económica. La ambición, la codicia, han llevado a los gobernantes (de la Antigüedad, del Medievo y de la actualidad) a fomentar guerras que sólo dejan muerte y destrucción. Y  todo, como dijo el inolvidable Carl Sagan, para ser dueños de una parte del planeta y de sus riquezas, por un pequeño período de tiempo; luego, ese mismo tiempo barre imperios y reinos, y la muerte se encarga de enviar al olvido a reyes, emperadores y gobernantes.  ¿Dónde está ahora Franco? Lo cubre el mismo polvo que cayó sobre tantos y tantos opositores que eliminó.  Su poder, por muy cuarenta años que lo disfrutó, fue efímero y se esfumó con el soplo de la muerte. ¿Y Sánchez Mazas? La piedad del soldado que le perdonó la vida solamente retrasó la hora: también yace entre los muertos.

Ojalá algún día el hombre pudiera tomar plena conciencia de su condición de mortal. Si así fuera, los gobernantes trabajarían por el bienestar de los pueblos, y no perseguirían con tanto ahínco la riqueza y el poder.

¿Será posible? Quién sabe. Mientras tanto, como nos dice Javier Cercas, no importa el camino, siempre que la marcha sea hacia delante, hacia delante, hacia delante, siempre hacia delante.

Fina Crespo

Febrero de 2011

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