CORAZÓN TAN BLANCO

CorazonTanBlancoJavier Marías, 1992

 

Todo comienza con un suicidio: el de la joven que acababa de llegar de su viaje de bodas. Para la familia, éste es un hecho inexplicable. ¿Qué razones impulsaron a la recién casada a tomar tan fatal decisión? Al narrar este acontecimiento, el autor se  explaya al mostrarnos la escena y todos sus detalles: desde el aspecto de la víctima hasta la tarta deshecha (la que se iba a servir a los postres), sin dejar de de pasar por la llegada del marido y cuñado, la reacción de la familia, la actitud de la doncella y hasta el color de la toalla con que la hermana menor enjugó las lágrimas de la difunta.

En esta parte de la historia, apenas empezado el libro, se detiene el relato, para reanudarse con sucesos ocurridos muchos años más tarde, narrados siempre en primera persona por Juan, el protagonista, cuyo nombre se conoce bastante más tarde, casi al terminarse la obra.

La acción se desarrolla alrededor de la pareja conformada por Luisa y Juan, traductores e intérpretes, que generalmente trabajan para notabilidades de la política mundial y para organismos internacionales. Se inicia con el matrimonio de ellos y culmina con la revelación del secreto celosamente guardado durante cuarenta años, pero que, desde la oscuridad, gravita sobre los principales personajes.

Si bien es cierto que hay una intriga que mantiene en permanente interés la mente del lector, no es menos cierto que este libro es, fundamentalmente, de corte filosófico. Por sus páginas desfilan no menos de quince personajes, y todos ellos tienen algo que decirnos, incluso los que no tienen nada interesante que hablar, como, por ejemplo, el alto cargo español que se entrevista con su homóloga británica. Y también nos dicen algo los que no pueden hablar ya, porque están muertos.

El protagonista comienza por hablar de su propio nacimiento, que habría sido totalmente improbable si no se hubiera suicidado su tía y, por tanto, su padre no se hubiese casado  con su madre, la hermana menor de la suicida.

Parte muy importante del relato es la boda de Luisa y Juan. Al hablar de su matrimonio, Juan comienza con la aterradora frase: “¿Y ahora, qué?” Ella resume la angustia que lo acomete al ver que, por el solo hecho de cambiar de estado, desaparece lo que llama su futuro abstracto, tan deseado por todo ser humano, ya que a sus ojos se abre únicamente su futuro concreto. Piensa que, al casarse, ha desaparecido su individualidad, y esa circunstancia lo desespera. Todo se vuelve plural: nuestra cama, nuestra almohada, nuestra casa, etc. Habla de los “cuatro pies que caminan juntos y resuenan a destiempo”; de la imposibilidad de pensar en el futuro, “que es uno de los mayores placeres concebibles para cualquier persona, si no la diaria salvación de todos”. Ya en el mismo viaje de bodas toma conciencia de la pérdida de ese futuro abstracto; habla de la mutua abolición o  aniquilación que se exigen los contrayentes al “contraerse”, según sus propias palabras; se refiere también al arreglo artificioso de la nueva casa, que ya no es la suya, sino la “nuestra”. Desde el día de su matrimonio le fue cada vez más difícil pensar en Luisa, “cuanto más corpórea y continua, más relegada y remota”. Ya no tendrá deseo de verla, porque la tendrá todo el tiempo. Sabe que llegará el momento, no muy lejano, en que su mujer, al vestirse o desvestirse, no se dará cuenta de que él esté delante, o bien, él mismo ya no será alguien. Y así, como en desbordante cascada, vienen interesantes disquisiciones que nos llevan a pensar más y más en nosotros mismos y en nuestras acciones. ¿Hasta dónde llega la vida interior de cada ser humano, y desde dónde empieza la que conocen quienes lo rodean?

Apenas recién casado, es testigo de un encuentro, en La Habana, en el mismo hotel en que pasa su luna de miel, entre un hombre español y una mulata cubana, su amante (Guillermo y Miriam). Todo lo que sucedió y lo que se dijeron los amantes lo recordará más tarde, y percibirá la probabilidad de que a él mismo, en algún momento de su futuro concreto, le ocurra lo propio. Guillermos abundan en el mundo, y él bien puede ser uno de ellos.

La incertidumbre campea a lo largo de la narración:  ¿Sucedió o no sucedió?   ¿Se transforman los recuerdos y suplantan la realidad? ¿Pueden desvanecerse los hechos reales después de transcurrido mucho tiempo, y parecer como nunca acaecidos? Todo es igual: lo que sucede y lo que no sucede, lo que existe y lo que no existe, pues, con el correr del tiempo, lo que ocurrió y lo que no ocurrió se funden en la misma nada, porque “los minutos que van llegando no sustituyen tan sólo, sino que niegan a los que se fueron”. Todo es pasado, hasta lo que está ocurriendo en el momento actual de cada uno.

En sus largos soliloquios, Juan llega a la conclusión de que “querer es una costumbre”; que “nadie sabe lo que quiere, y menos, lo que no quiere”; que “una pareja que depende y vive de sus obstáculos se deshará cuando ya no los haya, si es que antes no la deshacen esos mismos obstáculos”; que “el mundo entero se mueve, a menudo, sólo para dejar de ocupar su lugar y usurpar el de otro”; que el tiempo, inexorablemente, “nos somete a la anulación”.

Las descripciones son minuciosas, exactas e inmejorables. El retrato que hace de Ranz, su padre, casado tres veces y viudo otras tantas, es muy completo y nos da una idea cabal de su personalidad y de su aspecto físico. En plena fiesta de bodas, da a su hijo un consejo que tiene mucha razón de ser: hay cosas que debe guardar para sí  y no confiárselas a su mujer. Le habla de que todo cambiará en su vida y que ya nada volverá a ser como antes, y que de ello se dará cuenta el mismo día posterior al de su boda. Y también pronuncia la aterradora frase: “¿Y ahora, qué?”

Tangencialmente, el narrador toca el punto del dinero y del poder, cuando obliga a los músicos que actuaban en su esquina a trasladarse a otra parte, para que no lo fastidiaran. Porque tenía dinero, dispuso de la libertad de otras personas y les impuso su voluntad.

Son tantos los aspectos de la vida que el autor trata por boca de su protagonista principal, que la lectura de este libro se convierte en un deleite. Nos lleva, por ejemplo, a constatar que las fotografías usurpan el lugar de las personas, y cómo los rasgos de éstas se difuminan cuando ya han fallecido; o que las obras maestras de la pintura, para que se conviertan en tales, dependen sólo del énfasis y convencimiento con que los expertos emitan su veredicto.

La crítica al tipo de conferencia llamada “cumbre” y a los organismos internacionales está llena de verdades y salpicada de un humor finísimo: desde la aseveración de que los grandes políticos, cuando se reúnen, no tienen nada que decirse, hasta el hecho tan cierto de que son los asesores los que preparan los documentos y “hacen” la reunión en cada caso, sin dejar de mencionar que dichas “cumbres” no sirven para nada. La sátira de la traducción del inglés al inglés no puede ser mejor.

Sus razonamientos acerca de lo que es la verdad son muy interesantes; llega a la conclusión de que ésta no puede resplandecer jamás, y que permanece intacta únicamente cuando nada se dice respecto de tal o cual hecho. Afirma, no sin razón, que el engaño es parte de la verdad, como la verdad forma parte del engaño. Pero “el secreto que no se transmite no hace daño a nadie”. Y, al referirse a los celos, asegura, también con mucha razón,  que nadie ha estado exento de la duda, de la sospecha, y que quién más, quién menos, ha sentido su mordedura,  por más confianza que tenga en el otro.

Las palabras de Luisa acerca de la actitud de tantas mujeres que viven sólo para el otro y pendientes de él, nos mueven a reflexionar sobre el papel secularmente desempeñado por la mujer en la sociedad, situación que, si todas las mujeres formaran conciencia de ello, tendría que finalmente desaparecer.

Un  episodio que no se puede pasar por alto es la experiencia que Juan vive en casa de Berta, en Nueva York, en la cual, por razones de trabajo, hubo de alojarse. La tragedia de Berta, si así puede llamarse su situación, es la de muchas mujeres que incansablemente persiguen el amor, esa quimera inalcanzable y esquiva. Sin aprender de sus matrimonios fracasados, Berta se hunde en el mundo virtual, en donde busca desesperadamente un amor, un hombre; su angustia por conseguirlo la lleva a pedir a Juan que la ayude con la filmación de un vídeo de su cuerpo, para enviar la cinta al posible amante.  El relato de la filmación impacta fuertemente en el lector, porque parece inconcebible que sucedan hechos como ése; y, sin embargo, cuántas veces ésa será la realidad de mucha gente. En el caso de Berta, el encuentro con  el amante  se produce; pero sólo uno, que pronto pasa al olvido,  y  se reanuda la interminable búsqueda.

Y así, luego de muchas reflexiones  filosóficas de primera categoría,   llegamos al final de la obra, en donde se desvela el secreto: Ranz, el padre de Juan, había matado a su primera mujer, la cubana, por amor a la que luego fue su segunda mujer, la cual, sin siquiera pensar en el acontecimiento que sus palabras habrían de desencadenar, le dice a su entonces amante: “Nuestra única posibilidad es que un día muriera ella, y con eso no puede contarse”. Esas palabras, pronunciadas sin intención maligna, fueron la incitación para que Ranz cometiese el crimen, que, como vemos, quedó impune, y que, ¡ironías de la vida!, llevó a Teresa al suicidio, desembocó en el tercer matrimonio del asesino y, finalmente, en el nacimiento de Juan, que, de otra manera, no habría tenido la menor posibilidad de existir, como él mismo lo manifiesta. Así, a veces, grandes sucesos o hechos insignificantes conducen a consecuencias inimaginables.

Libro excelente en muchos aspectos, Corazón tan blanco nos conduce, de la experta mano de Javier Marías, al mundo de la duda, de las posibilidades, de los hechos fortuitos, del “si hubiera hecho esto o lo otro, si no hubiera pasado tal o cual cosa”; en fin, a un mundo en que todo puede suceder, hasta un crimen. Pero ese mundo es el nuestro, es la noria que en su eterno rodar repite muchas veces idénticos sucesos, en los que únicamente cambia el nombre de los personajes.

 

Fina Crespo

Marzo de 2010

 

 

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