Antitrabajo – Ateísmo – Aventura
Federico Campagna, 2013
En esta obra, el autor aborda el tema del fin de la modernidad y la situación a la que el hombre tiene que hacer frente, que deriva del abandono de prácticas milenarias de convivencia de los seres humanos; trata, asimismo, de la nueva sociedad que tenemos como consecuencia de la globalización que actualmente impera y del sistema económico impuesto en el mundo.
Ese sistema requiere de esclavos (que no otra cosa son los modernos trabajadores) adictos al trabajo, que no miran nada que no sea el puesto de trabajo, al que se dedican hasta por encima de su salud y sus intereses personales.
Ya desde el prefacio de Saul Newman, nos interesamos por esta obra, que nos promete un lúcido análisis del hombre en la actualidad, y una crítica feroz al sistema que esclaviza al individuo para la consecución de dinero, actividad en la que se malgasta la vida.
El inicio de la obra no puede ser mejor: al llegar a Londres, el autor cree que ha dejado atrás un país de catolicismo asfixiante y que por fin va a respirar a todo pulmón. Pero todo eso no pasa de ser una ilusión, pues diariamente constata el verdadero estado del hombre trabajador, encadenado voluntariamente a la tarea del esclavo.
Todas las transformaciones del siglo XX y sus trágicos sucesos, ya superados, parecían encaminar a la humanidad hacia el progreso continuado. Habían retrocedido las religiones y las ideologías. Parecía posible, no ya la libertad religiosa, sino la verdadera liberación, esto es, la inexistencia de religiones.
Sin embargo, tal parece que el hombre no ha nacido para ser libre. Tan pronto como se libera de una cadena, la sustituye por otra, porque no es capaz de gobernarse a sí mismo, pues necesita siempre de alguna autoridad que le diga lo que debe y lo que no debe hacer. El miedo a la libertad conduce al individuo a buscar un asidero, una cadena infinita que, magistralmente, Campagna llama el acto del sometimiento al sometimiento mismo. Todo ello desemboca en el consumo, por parte del esclavo obsesivo, de antidepresivos y otros medicamentos autorrecetados, con los que enfrenta el temor de perder su trabajo.
Pasa el autor a definir la obediencia, “cualidad” que se exige a los esclavos, a fin de que el sistema funcione como determina la sociedad. Nos hace ver cuán equivocados estamos al haber elevado la obediencia a objeto de culto, pues no nos damos cuenta de que, sin la obediencia del esclavo, las instrucciones del jefe no serían sino ladridos al aire. Asimismo, efectúa un excelente análisis de las razones por las cuales las abstracciones normativas han llegado a dominar al género humano, pues se hicieron inmortales cuando la carne se hizo verbo, genial expresión que nos indica hasta qué punto las palabras, creadas por el ser humano, han influido en la vida de los hombres, al volverse inmortales, al igual que las deudas a las que las propias palabras, utilizadas sagazmente, les concedieron ese don.
El trabajo ha desvirtuado su prístina finalidad: de ser el medio para obtener lo necesario para la vida, pasó a ser el dios al que hay que someterse ciegamente, sumisión que no permite ni un solo resquicio de libertad. Con respecto al salario y al trabajo, Campagna desarrolla una tesis muy interesante: el trabajador es el acreedor, en tanto que las abstracciones normativas y sus templos son los deudores, que nunca pagarán la deuda, pues jamás podrán devolver al esclavo el verdadero capital, esto es, su vida, ya que ese recurso es el que el trabajador ha prestado durante su etapa laboral. El salario no equivale más que a los intereses, pues el capital, la vida, es impagable. Tanto el creyente en la abstracción capitalista, como el creyente en la abstracción de la revolución, jamás podrán reclamar la realización plena de la esperanza que contienen las promesas que les hicieron esos sistemas.
Se llega así a la necesidad de un ateísmo radical. El fiel de hoy es el trabajador, que ha encontrado un nuevo dios. El autor define a este fiel como un navegador obstinado que se dirige a un horizonte cada vez más distante, a bordo de un bote salvavidas que se hunde bajo el peso de un quintal de pagarés sin valor.
La crítica a la que somete a la madre patria es formidable. Son párrafos de innegable sabiduría, que despojan a ese “sueño”, así calificada, de los ropajes con que la literatura la ha adornado. La crítica se extiende también a otros tópicos, como etnia, cultura, identidad sexual, tribu de consumidores, identidades políticas, subculturas, etc.
Con tanta sumisión que se ha impuesto a los seres humanos, ya no queda espacio para estos en el globo terráqueo. Ya no hay lugar para la persona, para dedicar algo de tiempo a sí misma, a sus aficiones, al uso inteligente del ocio. El trabajo lo devora todo: horas, días, años, la vida entera, dedicados a laborar y laborar sin descanso, sin jamás ver los días mejores de los que tanto nos han hablado; en realidad, es un horizonte que retrocede a medida que se avanza hacia él. El párrafo que se transcribe a continuación es muy decidor: “La economía global es, a día de hoy, el espacio de acción exclusivo de los gobiernos, lobbies y corporaciones multinacionales: salas de juego donde jamás seremos admitidos”.
Este libro trata de inducir al lector a reflexionar seriamente en su situación en el mundo actual y a actuar de tal manera que se libere de tanta opresión con que la vida moderna lo asfixia; que seamos conscientes de los cambios que sutilmente se han operado poco a poco en la sociedad, a la que el autor califica de “una inmensa prisión abierta y superpoblada”. Nos da a conocer las únicas razones por las cuales podemos aceptar nuestra vida en sociedad, que de ningún modo deben equivaler a la servidumbre a una aniquiladora mega-máquina social.
Campagna no hace concesiones al capitalismo neoliberal ni al comunismo: aboga por una vida sana del individuo dentro de una sociedad que verdaderamente merezca ese nombre: sin dioses, sin esclavitud, sin religiones (sea la tradicional o las del neoliberalismo o del comunismo de Estado) y sin abstracciones normativas, que, según el autor, definen una idea o un conjunto de ideas que los individuos o las comunidades erigen por encima de ellos mismos y a las que consideran la estructura de referencia para el desarrollo de su existencia terrenal. En suma, defiende el derecho del ser humano a vivir una vida de buena calidad, y merecer una muerte feliz, aquella que hace caer los frutos maduros del árbol, ni demasiado tarde, ni demasiado pronto. Se trata de un sello, no de una guillotina.
Esta obra es una gran metáfora, que nos lleva a desenredar la intrincada maraña en que se ha convertido la vida actual, llena de deberes que no se corresponden con los respectivos derechos, y de promesas que jamás se cumplen; que ha llevado a una gran cantidad de individuos al estrés, a la desesperación por no cumplir las “metas” que nos impone la sociedad, metas que no son otra cosa que lugares comunes como el éxito, la fama y la riqueza; a muchos, incluso los ha llevado al suicidio.
Esta magnífica obra nos impulsa a reflexionar acerca de la manera en que debemos tomar la vida, esta única vida que tenemos, efímera y con un final seguro, la muerte, a la que debemos llegar en paz y con el corazón satisfecho, a sabiendas de que no nos esperan dioses, cielos o infiernos.
Fina Crespo
Octubre de 2015
NOTA: La traducción es muy buena.