EL TRABAJO

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El trabajo nace con la persona, va grabado sobre su piel.
Y ya siempre le acompaña como el amigo más fiel. – Canción.

Y a Adán le dijo (Dios): Por cuanto has escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol de que te mandé no comieses, maldita sea la tierra por tu causa: con grandes fatigas sacarás de ella el alimento en todo el curso de tu vida. (Gén. 3, 17).

Espinas y abrojos te producirá, y comerás hierbas de la tierra. (Gén. 3, 18).
Mediante el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de que fuiste formado: puesto que polvo eres y a ser polvo tornarás. (Gén. 3, 19).

Y dijo el Señor Dios: Ved ahí al hombre que se ha hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; no vaya ahora a alargar la mano y tome también del fruto del árbol de la vida y coma de él, y viva para siempre. (Gén. 3, 22).

Como vemos, el trabajo es una maldición que recayó sobre el hombre por su desobediencia. Y así se lo ha considerado, al menos en la tradición judeo-cristiana, durante siglos. Sin embargo, pensemos por un momento y hagámonos algunas preguntas: ¿Hasta qué punto es el trabajo algo penoso, insufrible, fatigoso? ¿Es algo extraño a la naturaleza humana? ¿Hemos nacido para pasar la vida sin dedicarnos a nada, sin una meta, sin una ocupación que dé sentido a nuestros días? ¿Podemos ver, indolentemente, pasar las semanas, los meses y los años, sin que produzcamos nada y desperdiciemos así el tiempo (por lo demás, efímero) que nos ha sido dado?

Quizá durante mucho tiempo fue ese el ideal de la buena vida, tal y como dijo un humorista: “Qué bello es no hacer nada y luego descansar”. Quien ha considerado la ociosidad como una opción de vida no es otra cosa, lisa y llanamente, que un vago de siete suelas.
Hubo una época en que el trabajo se consideró un oprobio, que era para las clases bajas, pues los nobles únicamente podían elegir la carrera de las armas (al menos, hacían algo, aunque ese algo era horrible y destructor: la guerra). La esclavitud, baldón de la humanidad desde hace milenios –pues no ha desaparecido, como muchos ingenuos creen– se estableció para que quienes, por una razón o por otra caían en ese estado, realizaran todas las tareas más penosas y difíciles; no obstante, pienso que ellos, en sus duras ocupaciones cotidianas, al menos tenían en qué utilizar su día, y no pasar la vida dedicados a… nada. Quién sabe a cuántos de ellos, esclavos u obreros supuestamente libres, les debemos maravillas tales como las pirámides, los palacios, las catedrales. A quienes, encadenados al remo y bajo el látigo del cómitre, llevaron los navíos hacia tierras ignotas y mostraron al mundo todos los secretos que guardaban esos lejanos lugares, les debemos el avance de la civilización. A los escribas, que allá, en Sumeria, hace miles de años grababan en tablillas de arcilla sus signos cuneiformes, les debemos el más grande regalo que hombre alguno haya dado a la humanidad: la escritura. A quienes, bajo soles abrasadores, conducían arado y bueyes y cultivaban la tierra, les debemos el alimento, “el pan nuestro de cada día”. Y nosotros, los que hoy por hoy todavía poblamos el mundo, ¿a quiénes, aparte de nuestros padres, debemos mucho de lo que somos? A nuestros queridos y esforzados maestros, que se dedicaron a una de las más nobles tareas: instruir y educar.

Estos son solo unos poquísimos ejemplos de los infinitos trabajos que ha desempeñado el hombre en su búsqueda de horizontes más amplios, de mejores modos de vida, de conocimiento, de superación.

Es tan importante el trabajo, que ya desde cientos de miles de años atrás, sin esperar ninguna maldición bíblica, los homínidos, a base de esfuerzo y denodado trabajo (impulsados por la evolución), dejaron de serlo y se convirtieron en homo sapiens; desde entonces, no han cejado en su empeño de avanzar cada vez más: inventaron la rueda; desarrollaron la agricultura (con lo que dejaron de ser cazadores-recolectores y optimizaron la consecución de los alimentos); inventaron dioses y les levantaron templos; dictaron leyes y organizaron magníficas sociedades; construyeron ciudades cada vez más sofisticadas, para vivir en sociedad; navegaron y descubrieron tierras; inventaron la gastronomía; estudiaron el organismo del hombre y del animal; inventaron la máquina de vapor, el tren, el avión y los cohetes; desentrañaron los misterios de la naturaleza; inventaron la escritura; descubrieron el ADN y la estructura del genoma humano; compusieron música; estudiaron el cosmos; en fin, hicieron posible la vida tal como la conocemos. El saber humano es tan inmenso, que no es posible enumerar todos los vastísimos campos que abarca.

Y ya que estamos en el tema, ¿qué habría sido de nosotros sin el trabajo? El esfuerzo diario, unido al afán de aprender y mejorar cada día, y las duras jornadas, que muchas veces iban más allá de las reglamentarias horas laborables, ampliaron nuestro horizonte; nos permitieron apreciar las excelencias de la disciplina y saber que sin ella no se llega a ninguna parte; y, sobre todo, nos dieron libertad, no solo la económica, sino otra, la más importante, esto es, el hacernos cargo de nuestra vida, decidir por nuestra cuenta y riesgo, y no permitir que nadie interfiriera en nuestras actividades. Además, nos dimos cuenta (no todos, pero sí muchos) de que, aunque el dinero es necesario y hasta indispensable para vivir, no se debe trabajar exclusivamente por la recompensa pecuniaria: lo fundamental es amar el trabajo, hacerlo con alegría, con esmero y dedicación; solo así, cuando llega la edad del retiro porque hay que dar paso a los jóvenes, nos alejamos del trabajo remunerado, sí, pero llevamos ya impreso el sello de personas activas y continuamos laborando; ojalá lo hagamos hasta el final de nuestra existencia.

¿Maldición? ¡No, de ninguna manera! El trabajo es una de las más grandes bendiciones que recibimos en la vida.

Fina CrespoAgosto de 2016

APÉNDICE:

No nos viene mal un poco de información sobre la palabra trabajo: su etimología y significado.

¿Qué nos dice Corominas? Veamos: TRABAJAR, del latín vulgar TRIPALIARE “torturar”, derivado de TRIPALIUM “especie de cepo o instrumento de tortura, compuesto de TRES y PALUS, por los tres maderos que formaban dicho instrumento; en castellano antiguo y hasta hoy en día, trabajo conserva el sentido de “sufrimiento, dolor, pena”; de la idea de sufrir se pasó a “esforzarse” y “laborar”. Primera documentación: Berceo. (…) TRABAJO no viene directamente de TRIPALIUM, sino que es postverbal de trabajar, de fecha ya antigua, pues es común a todos los romances de Occidente. (…) Ya desde 1400, laborare y labor se traducían por trabajar y trabajo. Y desde el siglo XVI, esta acepción es la normal. (…) Ya en Nebrija: “trabajo: labor; trabajosa cosa: laboriosa; trabajar: laboro”.
AUTORIDADES nos dice, como primera acepción: “TRABAJAR. Ocuparse en cualquier exercicio, trabajo ú ministerio, que haga cessar, y faltar el ocio”. (La ortografía es la de la época).
¿Y qué dice el DILE sobre trabajar? Veamos su primera acepción, que es la que nos interesa: 1. Ocuparse en cualquier actividad física o intelectual.
Interesante, ¿verdad?

FRASES SOBRE EL TRABAJO:

Aristófanes: ¡Quieran los dioses que cada uno desempeñe el oficio que conoce!

Balzac: En el trabajo olvido mis sufrimientos… ¡El trabajo es mi salvación!

Baudelaire: El mejor remedio contra todos los males es el trabajo.

Cantú: El pan más sabroso y las comodidades más gratas son las que se ganan con el propio sudor.

Carlyle: Bienaventurado el que ha encontrado su trabajo; que no pida más.

Horacio: El placer que acompaña al trabajo pone en olvido la fatiga.

Jefferson: El trabajo hecho con gusto no cansa jamás.

Pascal: Cuando alguien se queja de su trabajo, que lo pongan a no hacer nada.

Séneca: Ningún día es demasiado largo para el que trabaja.

Lichtenberg: No se duerme para dormir, sino para trabajar.Marco Aurelio: Encaríñate con tu oficio, por pequeño que sea, y descansa en él.

Rousseau: Trabajar es un deber indispensable al hombre social. Rico o pobre, fuerte o débil, un ciudadano ocioso es un bribón.

Tolstoi: La condición esencial de la felicidad del ser humano es el trabajo.

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¿Y qué nos enseñó nuestra madre, en la más tierna infancia? He aquí dos ejemplos:
-Caballito que corres uncido al carro, / dime por qué brilla tu pelo tanto. / ¿Cómo te lo compones? / -¿Cómo? Sudando.
El buey arrastra el arado / la oveja da su vellón / el perro cuida el ganado /caza el gato más medroso/ su ratón. Solo el ocioso / es animal sin destino.

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