Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, en su última edición (2001), el sustantivo género, en el aspecto que nos interesa en este artículo, es decir, desde el punto de vista gramatical, tiene las siguientes acepciones:
6. Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre, por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre. En las lenguas indoeuropeas estas formas son tres, en determinados adjetivos y pronombres: masculina, femenina y neutra.
7. Cada una de estas formas.
8. Forma por la que se distinguen algunas veces los nombres sustantivos, según pertenezcan a una u otra de las tres clases.
Género femenino: En los nombres y en algunos pronombres, rasgo inherente de las voces que designan personas del sexo femenino, algunos animales hembra y, convencionalmente, seres inanimados.
Género masculino: En los nombres y en algunos pronombres, rasgo inherente de las voces que designan personas del sexo masculino, algunos animales macho y, convencionalmente, seres inanimados.
Hasta aquí, el DRAE.
Género, en biología, es un grupo convencional, no susceptible de una definición tan precisa como la especie. Las especies que pertenecen al mismo género llevan el mismo nombre genérico. Los nombres del género, del subgénero y de la especie se escriben siempre en latín; por ejemplo, el género Canis engloba la especie C. lupus (el lobo), la especie C. aureus (el chacal) y la especie tan querida para el ser humano, C. familiaris (el perro). Varios géneros cercanos forman una familia; pero, cuando un género es rico en especies, a veces se lo divide en subgéneros, o se forman varios géneros. (He seguido la Enciclopedia Larousse).
Aquí calzan perfectamente otras definiciones del DRAE sobre la palabra género:
- Conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes.
- Clase o tipo a que pertenecen personas o cosas.
¿Y qué dice el DRAE del significado de género en biología? La acepción que nos da es esta:
Taxón que agrupa a especies que comparten ciertos caracteres.
Interesa también la definición de sexo:
- Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas.
- Conjunto de seres pertenecientes a un mismo sexo.
En nuestro idioma, el género no marcado es el masculino; el marcado es el femenino. El término no marcado es el que tiene una distribución más amplia, un significado más general y, a menudo, también el que se obtiene por defecto en ausencia de morfemas específicos. Así, en la oposición entre el masculino y el femenino, dentro del paradigma de ciertos sustantivos, se suele señalar que la forma masculina es no marcada, ya que se emplea en los contextos genéricos y su significado incluye la designación de seres de ambos sexos: El hombre es mortal. La expresión no marcado se refiere al miembro de una oposición binaria que puede abarcarla en su conjunto, lo que hace innecesario mencionar el término marcado. En la designación de seres animados, los sustantivos de género masculino se emplean no solo para referirse a los individuos de ese sexo, sino también –en los contextos apropiados– para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos:
El chimpancé comparte con el hombre un altísimo porcentaje de su ADN (más del noventa por ciento).
La historia de Jean Duché relata como pocas la gesta del hombre sobre la Tierra.
En las dos últimas décadas (al parecer, como consecuencia del movimiento feminista), se advierte una tendencia a construir series coordinadas constituidas por sustantivos de persona que manifiestan los dos géneros: los vecinos y vecinas, los ecuatorianos y ecuatorianas, los niños y las niñas, etc. Se supone que esta construcción expresa cortesía, pero no es así. Se la acepta en señoras y señores, damas y caballeros; pero en otros contextos, semejante perífrasis no hace sino deturpar la expresión, puesto que es innecesaria, toda vez que el empleo del género no marcado es suficientemente explícito como para abarcar a los individuos de uno y otro sexo.
En algunos casos muy específicos, el uso del término masculino plural puede no contribuir a la claridad de la expresión; en ese caso, es preciso nombrar los dos géneros del sustantivo, o recurrir a un modificador restrictivo: Los afiliados, tanto hombres como mujeres, se jubilarán a la misma edad. Esta última forma es la mejor.
Queda, pues, claro, que son los sustantivos los que tienen género, ya sea masculino, femenino o neutro. Las personas (y también los animales) tenemos sexo, asimismo, masculino o femenino.
Para mayor precisión, he seguido a la RAE en todo lo posible. Esto es lo que la Academia dice; sin embargo, la lengua no la hace el gramático, sino el hablante. Por tanto, nada tendría de raro que, más tarde, la misma Academia incluya en el DRAE la palabra género para designar el sexo de las personas. Así se ha hecho con otros vocablos, antaño no admitidos, como, por ejemplo, ícono, pues la palabra castiza es icono, es decir, voz llana. Más ilustrativa es la palabra alternativa, que antes significaba únicamente “posibilidad de escoger entre dos cosas”, y ahora significa también “cada una de las cosas por las cuales se opta”. Y así, ad infinitum.
El lenguaje es patrimonio del hombre. Ningún otro ser vivo posee esta maravilla. Y nosotros, los hispanohablantes, tenemos la suerte de poseer uno de los idiomas que mayor belleza ostentan. La escritura, la radio, la televisión, lo hacen volar de un lado a otro; cada región adopta su propia forma de expresarse, y ello lo hace variar de una latitud a otra; pero también las lenguas que actúan como adstratos de la nuestra lo transforman día a día y lo enriquecen, aunque no siempre. Algunas veces lo afean. Esto es inevitable; no obstante, en la medida de lo posible, debemos conservar el tesoro que hemos heredado, y expresarnos con la mayor corrección que podamos, ya sea oralmente y no se diga por escrito.
A continuación, transcribo un fragmento de Aprecio y defensa del lenguaje, de Pedro Salinas (1891-1951):
“¿Tiene o no tiene el hombre como individuo, el hombre en comunidad, la sociedad, deberes inexcusables, mandatorios en todo momento, con su idioma? ¿Es lícito adoptar en ningún país, en ningún instante de su historia, una posición de indiferencia o de inhibición ante su habla? ¿Quedarnos, como quien dice, a la orilla del vivir del idioma, mirándolo correr, claro o turbio, como si nos fuese ajeno? O, por el contrario, ¿se nos impone, por una razón de moral, una atención, una voluntad interventora del hombre hacia el habla? Tremenda frivolidad es no hacerse esa pregunta. Pueblo que no la haga vive en el olvido de su propia dignidad espiritual, en estado de deficiencia humana. Porque la contestación entraña consecuencias incalculables. Para mí la respuesta es muy clara: no es permisible a una comunidad civilizada dejar su lengua, desarbolada, flotar a la deriva, al garete, sin velas, sin capitanes, sin rumbo.”
El idioma es la herramienta de que disponemos para comunicarnos con nuestros semejantes; es la luz que nos permite acabar con las tinieblas de la ignorancia; es el vehículo que nos lleva a todas las latitudes del planeta y hasta al universo mismo. Es importante amarlo, cuidarlo y defenderlo.
Fina Crespo
Octubre 8 de 2011